Cuaderno de ruta: Nouakchott, Rosso, Parque Nacional Diawling y Saint Louis en Senegal
En la capital de Mauritania, Nouakchott, pasamos tres días. Nos alojamos en un hotel de los más económicos, según nos dijeron, el más barato de todos y por ello la relación calidad precio muy mala a pesar de ser un centro donde se alojan viajeros que se adentran hacia el África negra o regresan de ella, bien en bici, los menos yo creo que solo nosotros, o bien en camiones y furgonetas preparadas como casas o bien en transporte publico. Este hotel está situado en un barrio acomodado de la ciudad, cerca de la embajada de Senegal, pero aún así la mayoría de las calles de la zona están sin aceras y sin asfaltar, el pavimento es arena del desierto.
Durante estos días no hicimos gran cosa, en esta ciudad tampoco se puede hacer mucho. Limpiar y ajustar las bicis, ¡como estaban de arena!, solucionar papeles, el visado de Senegal, comer y recuperar algo de fuerzas; también visitamos su mercado central, que impresiona, ya que todo el mundo… vende, vende y quiere vender.
El plato “típico”, y que creo que también será en mi próximo país Senegal, es el arroz con pescado. Arroz pero partido en trocitos, un trocito de pescado, otro trocito de zanahoria, algún trozo de otras minúsculas verduras y un poquito de salsa de tomate que le da al conjunto un color anaranjado. Además de ser el plato típico es lo único que se puede comer barato ya que se puede encontrar un menú de “esto” por unos 500 ouguiyas, que es la moneda de Mauritania, al cambio unos 400 ouguiyas son un euro, pero no os penséis en un restaurante como se puede entender en España, sino en un cuartito pequeñito con unos taburetes o sencillamente en la calle. A otro nivel se puede tomar otras comidas y en otros restaurantes, eso sí, al mismo precio que en España y por supuesto la calidad muy inferior razón por la que para la mayoría de la población este plato es su dieta principal y, es más, creo que se alimenta sólo y exclusivamente de esto pues los demás productos son imposibles para sus menguadas economías. Nosotros además de arroz y pescado nos dimos algún “lujo”, si se puede llamar lujo, tomamos un sahawarma, pollo con arroz, patatas fritas y ensalada.
Después de estos tres días en la capital otra vez a pedalear aunque tardamos bastante tiempo en poder salir de la ciudad. Tomamos la carretera que va hacia el sur del país, una recta que parecía que nunca terminaba y en su márgenes casas y casas, chabolas y chabolas, gente y gente por todos los lados y… tráfico, hasta que por fin pareció que se terminaba la ciudad pero, claro está, que no terminaba; el desierto, al contrario que en la parte norte del país donde podíamos hacer muchos kilómetros sin ver una casa o una haima o vida humana, aquí, en esta zona del desierto en el sur de Mauritania, no trascurre un kilómetro, o incluso unos metros, en los que no se vea a un lado o al otro o incluso a los dos lados de la carretera una casa o una haima. No hay una clara división entre el final de un pueblo y el comienzo del otro.
El calor era sofocante, alcanzamos los 35 grados de temperatura, pero el pelotón ciclista seguía con su marcha aunque este primer día no conseguimos avanzar muchos kilómetros; entre los problemas de la salida de la ciudad, el calor y una avería en la bici del otro Carlos, rompió varios radios de la rueda trasera, hicimos unos 90 kilómetros. Esa noche acampamos cerca de unas casas, cerca de un pueblo.

Al día siguiente más pedaleo, siempre entre haimas, casas, mezquitas, cabras, camellos y gente, y… niños con su ya habitual saludo de “cadeau”, “cadeau”, regalo, regalo, en francés; en el norte de país ya nos lo decían pero no con tanta insistencia, tampoco había tanta población, pero en esta zona resultaba exagerado. Este segundo día de pedaleo como no encontrábamos un sitio aislado en donde no hubiera gente para poder montar nuestras haimas y después de preguntar a unas personas que si podíamos acampar como la respuesta fue afirmativa decidimos empezar a montar las haimas. Que multitud de niños empezaron a llegar y a observar lo que hacíamos, al rato llegó un adulto y les dijo que se alejaran; se quedaron a unos 20 metros de nosotros mirándonos y observando todo lo que hacíamos, ¡qué sensación más rara el sentirme observado de esa manera por un montón de niños! y… un poco más tarde otros no tan niños; creo que esto a partir de aquí será normal así que me tendré que acostumbrar.

Al día siguiente más calor, más haimas, más casas, más camellos, más cabras, más gente, más niños, más (“cado”, “cado”, “cado”) y muchos, muchísimos baches profundos en la carretera, ¡qué carretera más mala!,…se complicaba hasta para las bicis. Llegamos a la ciudad de Rosso situada a la orilla norte del río Senegal. Este río es la frontera entre Senegal y Mauritania. Fuimos a esta ciudad fronteriza no para cruzar por ella el río y entrar en Senegal, pues ya sabíamos que es uno de los peores lugares para entrar entre otras cosas por los agentes corruptos de ambas partes, sino para que Enrico comprase una cartilla oficial de estar vacunado de la fiebre amarilla. Esta vacuna es obligatoria para entrar en Senegal y aunque estaba vacunado en Argentina no tenía la cartilla. ¡Qué ciudad o pueblo o lo que sea esta frontera!, además de lo que suelen ser los pueblos fronterizos, gentes por aquí y por allá, unos que te quieren vender no sé qué, otros cambiar dinero, otros….y a esto se une la suciedad; creo que es la ciudad mas sucia en la que he estado, en las calles se acumulan montones y montones de basura, la gente por encima de ella plantaba sus puestos de venta…¡qué sensación!, no se como será Senegal pero creo que peor que esto no puede ser.

Según le habían informado a Enrico podía comprar su cartilla en una farmacia de esta ciudad, yo pensé que no seria así, ¿cómo vas hacer un trapicheo así en una farmacia aunque sea África?. Nos dirigimos a una, nos dijeron que allí no, pero que la conseguiríamos cerca del puesto fronterizo. Tenía yo razón, no podía ser que una farmacia proporcionara una cartilla de estar vacunado de la fiebre amarilla, así que nos dirigimos hacia el puesto fronterizo y en un momento, a nuestro alrededor, teníamos un montón de gente que nos preguntaba sin cesar que necesitábamos: papeles fronterizos, piraguas para cruzar el río, cambio de moneda o el qué,… cualquier cosa se podía pedir, les dijimos que la cartilla y en un momento Enrico tenía la cartilla en sus manos y con sello oficial de un hospital de Nouakchott refrendado por la firma de un médico. Le pedieron 3000 ouguiyas por ella, unos 7,5 euros, al final, con el regateo, se quedó en 1000, unos 2,5 euros. Este trapicheo se realizó a unos metros de la policía aduanera, en su presencia, ¡impresiona! Una vez conseguido lo que vinimos hacer a esta ciudad, comprar la cartilla, abandonamos la horrible ciudad para dirigirnos hacia otra ciudad frontera llamada Diama, a unos 100 kilómetros río Senegal abajo, es decir dirección oeste.

Al salir de Rosso y entrar ya no en carretera asfalta sino en un pista de arena, aunque es mejor para avanzar esa pista que la carretera toda llena de baches por la que habíamos llegado, nos pararon en el último control de policía de Mauritania. Aunque no he contado nada, Mauritania en este aspecto es parecido al Sahara ocupado, cada cierto tiempo hay controles de policía o gendarmería que nos piden una copia del pasaporte a lo cual siempre les decimos que no tenemos, entonces nos piden el original que siempre vigilamos y muchas veces creo que, por pereza y dejadez, ni copian los datos. Nos hablan de fútbol, que si Maradona y Messi por Enrico, a mí que si el Real o el Barsa e Iniesta y al sueco que si no sé que jugador sueco que he oído muchas veces su nombre, pero no recuerdo, debió jugar alguna temporada en el Barsa:( Ibrahimovic, ahora recuerdo).
Según avanzábamos por esta pista de tierra paralela al río Senegal, aunque no llegábamos a verle, la vegetación iba en aumento, alguna zona de cultivo de arroz, alguna acequia de regadío, e iba surgiendo la vida animal, vimos monos y jabalíes y muchas y cada vez más diferentes aves migratorias. ¡Qué alegría después de tantos días por el desierto esta eclosión de vida! Llegamos a un canal, aparcamos nuestras bicis y nos bañamos ante la mirada de unos cuantos negritos que llegaron, se rieron y nos dijeron que ellos no sabían nadar.

Después del baño empezamos a pasar por zonas lagunares con muchísimas aves. Al lado de la pista divisamos una caseta azul, de madera y elevada del suelo, era para observar aves, allí decidimos pasar la noche: ¡Qué acierto fue pasar la noche allí, qué maravillosa puesta de sol y qué amanecer tan espectacular divisando bandadas y bandadas de aves!, estábamos en el parque natural de Diawling situado en los límites meridionales del Sahara en torno al delta del río Senegal, sitio de anidación de aves debido a la acumulación de agua dulce y salada y con un montón de lagunas que es un paraíso para las miles y miles de aves migratorias que han realizado un recorrido parecido al mío, yo en bici y ellas volando, ya que muchas vienen de Europa y de España. Flamencos, pelícanos, garzas y garzas reales, cormoranes, martines pescador… se pueden ver a montones, aves y aves que van y vienen desde el río a las lagunas a dormir.


Al día siguiente llegamos a la frontera entre Mauritania y Senegal, Diama. Sin muchos problemas ni esperas, nos sellaron nuestros pasaportes y yo entraba y llegaba, después de dos meses y medio desde que salí de Muñoveros, al África negra. Desde la frontera y en unos 25 kilómetros más de pedaleo llegamos a la histórica ciudad senegalesa de Saint Louis.
Salud.